Nada más abrir los ojos reconoció el
lugar donde se encontraba. No conseguía saber de qué exactamente, pero el árbol
contra el que estaba apoyado le sonaba de algo.
Apenas había salido el sol, pero Reus
miró al cielo y se levantó. Le dolía todo el cuerpo debido a la postura en la
que había dormido contra el duro tronco.
Reus no supo como es que había acabado
allí, no se acordaba de casi nada. Lo último de lo que se acordaba era de la discoteca y de Jorge. Que estaba con él.
Jorge.
¿Dónde estaba su amigo?
Les habían echado porque este intentó
penetrar a la única puerta del baño masculino que quedaba en pie. Reus recordaba
que haber cogido el coche y estaba seguro de haber vuelto a casa en él con su
amigo, pero ¿dónde estaba su coche?
Se levantó y miró a los lados en busca
de una explicación y de repente tuvo una visión fugaz de lo que había pasado.
La noche anterior tuvo un accidente
allí mismo. Se chocó contra ese árbol. Todo era negro, su movil sonaba de vez
en cuando por los mensajes que le mandaban, pero no podía contestar. Estaba
atrapado. Y le dolía la pierna mucho, como si se hubiese roto algo. No notaba
casi nada de cadera para abajo. Oía a Jorge gritar pidiendo auxilio y él
intentó gritar también, pero se le acabó nublando la vista del dolor.
Y bum. Al día siguiente se despierta
en ese mismo sitio, pero sin rastro del coche ni de su mejor amigo.
Finalmente, tras mucho reflexionar se
le ocurrió lo había podido pasar. Seguramente eso sería una broma absurda de
sus amigos.
Reus empezó a reír forzadamente como
un loco.
-Salid chicos, buena broma pero os he
pillado- Dijo mientras aplaudía-. Venga va, ¿cómo lo habéis hecho?
Buscó a su alrededor y no vio nada
moverse.
Al ver que no cambiaba nada supuso que
estarían en el local de anoche. Seguramente estarían todos esperándole mientras
se reían de él por lo fácil que había sido gastarle la broma, así que se
dirigió andando por el borde de la carretera a la capital mientras el sol
iluminada su cabeza.
Durante el camino no dejaba de pensar
qué había pasado para acabar así. La teoría de la broma no le terminaba de
convencer del todo, pero en ese momento no se le ocurría nada más.
No se dio cuenta de que no le dolía
nada la pierna y tampoco de que no tenía cortes ni rasguños del accidente.
Divisó los edificios a lo lejos, ya
estaba acercándose más a la ciudad. Estaba agotado después de haber andado
durante más de una hora. Tenía mucha sed.
Gotas de sudor bañaban la cara de Reus
cuando divisó el local, el cual todavía estaba abierto. Corrió hacia él lo más
rápido que podía permitirse.
Aún había personas moviéndose en el escenario.
Tenían unas enormes ojeras de no haber dormido pero eso les daba igual. Más de
un chico había encontrado a su amor de un día allí aquella noche.
Reus esperó que la chica de los brackets
hubiese encontrado a un chico mejor que él, no tan capullo.
Pero encontrar a un príncipe azul en
aquel lugar era como encontrar a una monja en una convención de porno.
Se dirigió a la barra y un camarero
muy ojeroso le atendió lo más educadamente posible tras haber pasado una noche
trabajando.
Pidió un vaso de agua con algo para
picar gratis, como unas aceitunas o patatas.
No tenía nada de dinero, esa mañana se
había despertado sin cartera, lo que significaba un adiós DNI, adiós documentos,
adieu demás carnets y bye-bye dinero.
Al acabar de tomar aquello, que le
sentó como si se hubiese comido una piedra fue a los baños.
Mientras orinaba se dio cuenta de que
había cosas que no conseguía encajar.
La gente que bailaba no le sonaba de
nada, y eso que anoche él había observado a todas las chicas hasta decantarse
por la de la barra.
Al girarse mientras se subía la
bragueta se fijó en otra cosa curiosa: en los baños no faltaba ninguna puerta.
Estaban todas limpias, sin marcas de arañazos ni números de teléfono de chicas
necesitadas.
Salió corriendo del baño y fue otra
vez a la barra. Sin apenas respirar le dijo al camarero que le dejase un
teléfono (el suyo había desaparecido junto a todo lo demás) y la guía
telefónica.
Lo primero que hizo fue llamar a su
casa para ver si estaban preocupados por él, pero un chico desconocido cogió
negando que allí se hospedase la familia Fernández Álvarez.
También llamó a sus padres pero no
cogieron.
No
era posible, aquello no podía ser real.
Finalmente no le quedó otra opción que
llamar al buffet de abogados donde trabajaban ambos.
Abrió la guía y buscó el nombre.
Finalmente encontró el número, sabía que era ese número. Lo reconocería en
cualquier parte.
Agarró el teléfono y llamó.
Un pitido. Dos pitidos. Nadie respondía
a la llamada. Tres pitidos.
-¿Sí? Aquí Buffet de Abogados de
Madrid- Una mujer de voz madura contestó-, ¿Qué desea?
-Uff, pensaba que no iba a coger
nadie- Dijo Reus nervioso por preguntarle sobre sus padres-. Mire, busco a mi
padre, Antonio Fernández, ¿sabe dónde puede estar ahora?
-Lo siento pero aquí no trabaja ningún
Antonio, se habrá equivocado de buffet.
-No, estoy seguro de no haberme
equivocado. ¿Y sabe algo de Marta Álvarez?
-Joven, no se si esto será una
estúpida broma de mocosos pero aquí no trabaja nadie con esos nombres- Tras
decir esto la mujer colgó-.
La frente de Reus empezó a humedecerse
del sudor. ¿Qué pasaba?
Dejó la guía en la barra y salió sin
despedirse del camarero, que lo miraba intrigado mientras salía.
-¿Quién es ese muchacho?- Un chico
apareció de la nada, parecía ser de los que habían pasado la noche de juerga.
-No lo se, creo que es nuevo. El pobre
todavía no sabe que está en coma y que todo es un sueño en común de todas las
demás personas que se hallan en el mismo estado que él.
-Aay, pobrecito. ¿Por qué no se lo
has dicho? El pobre estará preocupado.
-Recuerda las normas, no se lo podemos decir. Lo tiene que descubrir él solo.
-Recuerda las normas, no se lo podemos decir. Lo tiene que descubrir él solo.